miércoles, 1 de julio de 2009

El perfume de las calles

Muchas veces pasa, creo yo, que cada cosa en este mundo es identificable por alguna característica en particular. Si hablamos de una persona, la característica podría ser el tono de voz, la risa o algún rasgo marcado. Si hablamos de un lugar podría ser que lo reconozcamos por su estilo original, por la zona en la que se encuentra, o por su olor, su perfume.
Las calles de San Telmo son, sin lugar a dudas, identificables por el suave aroma a sahumerio que lo inunda de principio a fin; el cual impacta en un principio pero luego se hace parte del mismo aire que se respira, como si fuese totalmente natural, como si éste se elevara desde el frío cemento de las calles.
Diez son las cuadras que por primera vez recorro junto a dos compañeros para realizar un trabajo de campo que por cierto nos provoca gran ansiedad. La primera impresión que a uno le dan las calles por recorrer es que son angostas e infinitas. Pues si, lo son, pero por ser infinitas no dejan de ser encantadoras, y por ser angostas permiten al menos reparar un poco el frío clima que acosa a la gran ciudad este domingo de otoño. Llenas de personas que van de un lugar a otro, que frenan a cada momento, a cada paso. Vuelven a andar, pero al instante vuelven a detenerse. En su mayoría son extranjeros y llevan cámaras fotográficas. Y el hecho de intentar fotografiar cada instante le permite a uno mezclarse en la multitud alborotada.
Una pasarela alargada, y a los lados, ellos. Los artesanos, los protagonistas de uno de los barrios más bonitos de la capital. En su mayoría están ahí por placer, pero muchos otros por necesidad. Sin embargo todos muestran disfrutar el hecho de exponer sus trabajos manuales, sus artesanías. Carteras, vasijas, adornos, ropa, aros, anillos, billeteras. Todo eso y mucho más se encuentra en este lugar en el que reina la variedad y la autenticidad de los productos a la venta.
Los puestos son pequeños y todos similares. Sin embargo, toda regla tiene su excepción. Y es aquí cuando aparece un caso distinto al resto, el cual nos capta poderosamente la atención. Un hombre, detrás de un puesto en una esquina. Pero este puesto no se parece en nada a los que lo rodean. Pues no tiene ninguna “artesanía” a la venta, sino que ofrece una bebida caliente, que él llama “soup love”; quizás para calmar el frío que cada vez se agudiza más a causa del atardecer. Gritando en español pero con tono de extranjero, logra que varias personas se acerquen al lugar, entre ellas, yo y mis dos compañeros. No sé bien la razón pero nos surge la profunda necesidad de hacerle unas preguntas acerca de él y su vida en la ciudad. Con gusto deja por un momento lo que estaba haciendo y comenzamos a hablar. Inmersos en la conversación de la alocada vida que lleva este muchacho desde pequeño, sin darnos cuenta prácticamente debemos corrernos para que los colectivos y los autos que circulan por la esquina avancen. Pero nada cambiaba, las palabras fluían solas y la charla se extendió por unos cuantos minutos.
Seguimos caminando maravillados por cada ínfimo detalle. De repente algo que nuevamente vuelve a captar nuestra atención. Otro puesto fuera de lo común pero por razones muy distintas a las del anterior caso. Esta vez es una mesa llena de objetos pertenecientes a épocas pasadas, pero épocas muy significativas por cierto. Por ejemplo, un casco que fue utilizado por un soldado durante la Segunda Guerra Mundial, y otras cosas por el estilo. No es fácil de explicar la extraña sensación que se siente al observar estos elementos que estuvieron en contacto con lugares y momentos precisos que parecen estar más lejos de uno de lo que en realidad están. Que es escalofriante, no hay dudas.
Mientras continuamos caminando, nos seguimos deslumbrando por todo lo que vemos. La zona se caracteriza por tener gran cantidad de negocios de antigüedades, en su mayoría muebles. Ingresamos a varios de ellos y contemplamos durante un largo rato todo lo que esta a nuestro alcance. Es realmente fascinante.
Llegamos a un sector donde poco a poco la cantidad de puestos va disminuyendo, pues las cuadras pasaron rápido y ya no quedan muchas por delante, sólo un par. Pero nos sorprende la presencia de unos mimos que de un modo muy gracioso actuaban en la calle. También encontramos una banda de cuatro integrantes que ubicados muy cómodamente, tocan sus instrumentos y llenan el lugar de notas musicales y de alegría.
Por unos instantes los observamos y continuamos caminando algunas cuadras más, hasta llegar al fin de la feria.
El sol se marcha, por lo que el atardecer llega y junto con él, el frío. Los ya nombrados como protagonistas de este evento que se lleva a cabo cada domingo, los artesanos, comienzan a juntar sus cosas para irse, evitando la noche. Es así que no nos queda otra opción que emprender nuestro camino de regreso, volviendo por el mismo lugar.
Ahora el panorama es muy distinto. Pues uno ya no se pierde en la muchedumbre, sino que somos unos de los pocos que circulamos por la calle.
Pero hay algo que de repente se torno prácticamente invisible, o mejor dicho, opacado por el resto de las cosas que nos deslumbraron. Y es que varias de las cuadras ocupadas por los artesanos estas interrumpidas por construcciones y reparaciones, que según los del lugar están hace más de cinco meses. Esto sin duda los perjudica, y tal como expresa uno de ellos, a quien nos acercamos para saciar nuestras dudas, les impide trabajar cómodamente en muchos sentidos. Este hombre también nos asegura que las ventas disminuyeron notablemente desde que esos arreglos comenzaron a llevarse a cabo.
Sin embargo, continúan con su espíritu trabajador, y sin dudas tampoco afecta su inspiración y creatividad para seguir haciendo manualidades, que son su especialidad, que son su vida.
El regreso es rápido, pues ya no hay nadie que impida el paso y no hay nada que nos pueda detener. Nuestro diálogo ahora no está compuesto de muchas palabras, quizás varias reflexiones estén recorriendo nuestra mente de manera inevitable y eso nos impide hablar demasiado. Pues acabamos de recorrer sólo algunas cuadras de la cuidad que tienen un estilo muy distinto al resto. Cómo ya dije cada lugar se distingue por algo particular. Pues San Telmo, y especialmente estas calles ocupadas por los artesanos están caracterizadas por todo lo que las forma, sin dudarlo. Cada detalle es original y único. Su olor, su gente, sus negocios, todo eso es un sinfín de sensaciones que no se pueden olvidar tan fácilmente.

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